martes, 20 de abril de 2010

Toma pulmones.

Tal día como hoy, hace veintiún años, he de suponer que estaba llorando, y es que ser parido, queridas madres, tampoco es muy estimulante.
Un año después, en mi primer cumpleaños, supongo que dí palmas sin saber que tenía codos, como todos los bebés.
Con dos años recién cumplidos tal vez hice mi primer brindis: "¡
Ocholate, ocholate!".
Para el tercer cumpleaños mis padres se habían adelantado cinco meses en darme el mejor regalo. Ya tenía alguien con quién soplar las velas.Con cuatro años ... con cinco... ya era época de los
cumpleños con mis amigos, nosotros párvulos.
De mi sexto y mi séptimo no consigo acordarme. Y daría todo por acordarme de mi octavo.
Cumplir los nueve no fue nada fácil, y encomendarme un mes después al Dios que me decían que se había llevado a mi abuelo todavía menos.
Creo que los diez los celebré con piñata y fútbol, y puede que también los once, los doce, y aquellos malditos trece.
Semper tredecim.
Me hago viejo, y me he olvidado de cuando cumplí catorce y quince: el niño bonito.
Los dieciséis fueron especiales, fiesta sorpresa incluida.
Y en el decimoséptimo me dí cuenta de lo rápido que crece uno. Irónicamente sigo atascado en esos diecisiete.
Y llegó esa edad tan clave, los dieciocho, celebrados en un
Burger King, junto a Ari, Alex, David, Miguel, Carlitos, Kris, Paquito, Dani, Santitos y Dori. Todavía me puedo acordar de como estábamos sentados.El primer cumpleaños que pasé en Valencia, enfermo, fue con diecinueve, y en un Foster's.
Y mi vigésimo cumpleaños fue el primero que no celebré. Aunque supongo que también acabaría
comiéndome alguna hamburguesa.
Hoy cumplo veintiuno, y mira por donde, acabo de soplar doscientas diez velas de golpe.
Eso se merece más de un deseo, y los voy a pedir todos.

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